Luis Segura Vilchis: el terrorista mexicano.


Por: Víctor Miguel Villanueva
@Victormiguelv
Ingeniero topógrafo de profesión, miembro de la Asociación Católica de la Juventud Mexicana (ACJM) y jefe militar de la Liga Nacional Defensora de la Libertad Religiosa (LNDLR) en el Distrito Federal durante la Guerra Cristera, Luis Segura Vilchis fue además un terrorista. Se propuso para asesinar al general Álvaro Obregón, para ello pretendió hacer volar un tren donde viajaba el Caudillo y en otra ocasión  arrojó bombas al auto del  político sonorense. Sus intentos fueron fallidos, en ambos fracasó. En el segundo fue detenido, confesó su culpabilidad y fue pasado por las armas el 23 de noviembre de 1927 junto con sus cómplices.
Luis Segura Vilchis rumbo al paredón. 
            Luis Segura Vilchis nació el 23 de abril de 1903 en Piedras Negras, Coahuila. Huérfano de padre se mudó a la Ciudad de México donde recibió una educación marista. Siendo muy joven se unió a la ACJM cuando ya se veía venir la Cristiada y con tan sólo 23 años de edad, fue designado Jefe del Control Militar en el Distrito Federal por la LNDLR en 1926. Según el historiador  Mario Ramírez las funciones de Segura Vilchis en este puesto eran “preparar levantamientos armados, fabricar bombas, conseguir armas, parque y toda clase de provisiones para los cristeros”. Dos cosas siguió al pie de la letra: la fabricación de bombas y dotar de armas y municiones al Ejército Cristero.
            El ingeniero Segura Vilchis trabajaba para la Compañía de Luz y Fuerza Motriz, al mismo tiempo que cumplía con sus “deberes” como Jefe de Control Militar de la Liga. Rentaba casas en distintos puntos de la ciudad para almacenar armamento. Incluso, tenía un expendio de huevo, queso y mantequilla, que en verdad servía para guardar armas y se asegura que ahí, en ese lugar, llegó a juntar 7 mil cartuchos de rifle. Además, utilizaba el tren que llevaba y traía a la capital las cajas de huevo, para mandar y recibir rifles y balas. Tuvo casas de almacenamiento en Tacuba, Mixcoac y Centro Histórico; la que estaba en la calle de Madero número 1, la bautizó como la Casa de Troya. Los fondos para las armas y el parque los obtenía con la Unión de Damas Católicas de México.
            En febrero de 1927 en la Casa de Troya se reunió con el padre Miguel Agustín Pro y su hermano Humberto, Juan Tirado y Nahúm Lamberto Ruíz. Ahí decidieron que debían asesinar al general Álvaro Obregón. Días después se lo comunicaron a la Liga Nacional Defensora de la Libertad Religiosa, que tajantemente rechazaron esa idea, pero no hicieron nada para convencerlos de que no lo hicieran. Así que el ingeniero Segura Vilchis siguió con sus planes para cometer el tiranicidio.
            A finales de marzo de 1927 se enteraron que el general Obregón saldría de la Ciudad de México a Sonora en ferrocarril. Segura Vilchis propuso a sus secuaces poner bombas en el puente de Tlalnepantla para hacer volar el tren. Comenzaron a fabricar los artefactos explosivos y dos días antes se dirigieron al sitio elegido; transportaron las bombas en costales con plantas para no ser descubiertos. Las colocaron el 2 de abril y sólo esperaban que pasara el tren para hacerlas estallar. Mientras tanto en la estación Colonia del Distrito Federal, el mismísimo presidente Plutarco Elías Calles despedía a Obregón; en ese momento se decidió que el ex mandatario no abordara un tren militar, sino que viajara en uno comercial, lleno de civiles. De todo esto se percató uno de los cómplices de Segura Vilchis, así que tomó un auto  y a toda velocidad se dirigió a Tlalnepantla donde alcanzó a llegar a tiempo para que no fueran activadas las bombas.
Humberto Pro, el padre Miguel Agustín Pro,
Luis Segura Vilchis y Juan Tirado Arias.
            Después de esto, la Liga llamó a Segura Vilchis y, según el padre Lauro López Beltrán, le preguntaron que si aún estaba dispuesto a realizar el magnicidio, a lo que el ingeniero topógrafo “sin titubeos contestó afirmativamente”. Para el mismo sacerdote había una justificación: Segura Vilchis estaba convencido que al asesinar a Obregón se podría  “conseguir la reforma de la Constitución y que la sociedad cristiana mexicana viviera en paz”. Así que puso manos a la obra.
            Fue a Guadalajara a reclutar a un chofer: José González, le ordenó a Humberto Pro alquilar otra casa para fabricar las bombas que utilizarían y conseguir un auto, el padre Miguel Agustín Pro participó en las planes para la ejecución del atentado y Nahúm Lamberto Ruíz y Juan Tirado arrojarían las bombas al general Obregón. De estos dos últimos López Beltrán asegura que eran “dos muchachos que adoraban a Cristo. Que amaban con pasión la libertad de la Iglesia. Dos Paladines en el Ejército de la Asociación Católica de la Juventud Mexicana. Dos caracteres de acero, dos voluntades de bronce. Dos gallardías puestas al servicio de Cristo”.
            Llegó el día: 13 de noviembre de 1927. En la estación Colonia de la Ciudad de México arribó el general Álvaro Obregón. Juan González, Luis Segura Vilchis, Humberto Pro, Nahúm Lamberto Ruíz y Juan Tirado estaban con tres bombas dentro de un auto Essex de placa 10101. Fue imposible llevar a cabo el plan por la cantidad de gente que estuvo para recibir al estadista sonorense. Los conspiradores siguieron el auto del general que se dirigió a Tacubaya, a la avenida Jalisco, donde tenía su domicilio. Alguien sugirió arrojar las bombas a la casa, pero Segura Vilchis desechó la idea. De pronto salió Obregón en su auto y uno más con su escolta rumbo a Chapultepec, acudiría esa tarde a la corrida de toros pero antes, ya que había tiempo, daría un paseo en el bosque. Ahí el Essex se emparejó al Ford del político. Segura Vilchis se bajó del vehículo y arrojó una de las bombas, Tirado y Ruíz hicieron lo propio y después huyeron. Al general no le pasó nada, sólo fue salpicado por los cristales de su auto. Su guardia personal persiguió a los terroristas que circulan por Paseo de la Reforma, dan vuelta en la glorieta de la Independencia rumbo a Insurgentes, chocan contra otro auto. Luis Segura Vilchis se echó a correr a Chapultepec, logrando huir; no así sus cómplices, uno recibe un balazo –Ruíz- y el otro es detenido –Tirado Arias- mientras pretendía escapar.
            Por increíble que parezca Álvaro Obregón y Luis Segura Vilchis minutos después del atentado acudieron a la plaza de toros El Toreo. El Jefe del Control Militar de la Liga se acercó al general sonorense y ambos sostuvieron el siguiente diálogo:
-¿Qué pasa mi General?
-Un atentado de los fanáticos.
-Es incalificable lo que hacen los clericales. Sírvase usted aceptar mi protesta, General. Aquí tiene usted mi tarjeta, por si algún servicio le puedo prestar.
Obregón luego del atentado en Chapultepec
            Era la cuartada perfecta para Segura Vilchis. Pero sólo funcionó a medias. Cuando Nahúm Ruíz reveló todo, el ingeniero fue detenido en la Compañía de Luz. Ahí le aseguró al Jefe de la Policía el general Roberto Cruz que él estaba en los toros y que incluso saludó a Obregón. El Caudillo confirmó eso y Segura Vilchis fue puesto en libertad. Sin embargo, cuando se enteró que ya estaban presos el padre Miguel Agustín Pro y su hermano Humberto, le dijo a Cruz: “Sí yo fui el que planeo el atentado. Yo los engañé. Yo soy el culpable de todo. No hay más responsable que yo. Yo los conduje a esa casa abandonada, sorprendiendo su buena fe. Que me maten a mi, si quieren, en este mismo momento, pero dejen en libertad a los que no son y han sido inocentes toda su vida”.
Al momento de ser fusilado.
            No los soltaron. El 23 de noviembre de 1927 el presidente Plutarco Elías Calles le ordenó al general Roberto Cruz que fueran fusilados el padre Miguel Agustín Pro, el ingeniero Luis Segura Vilchis, Humberto Pro y Juan Tirado Arias en los patios de la Inspección de Policía
            Luis Segura Vilchis no alcanzó los altares, como el padre Pro, pero sí inscribió su nombre en la historia como dinamitero, como terrorista. Aunque sus dos intentos por matar al general Álvaro Obregón hayan sido sólo eso, intentos y nada más.

FUENTES:
López Beltrán, Lauro. La persecución religiosa en México. Editorial Tradición, México 1991.
Ramírez Rancaño, Mario. El Asesinato de Álvaro Obregón: la conspiración y la madre Conchita. UNAM, México 1914.
Scherer García, Julio. El Indio que mató al padre Pro. Debolsillo, México 2013.







Comentarios

  1. Algún día el pueblo mexicano entenderá la conspiración contra su fe orientada desde los EEUU por una riquísima oligarquía masónica protestante. La misma que hoy financia el narcotráfico para impulsar su legalización y monopolizar el negocio de los estupefacientes con el que dominaran definitivamente la opinión publica.

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