Los sepelios de los dinamiteros mexicanos


Por: Víctor Miguel Villanueva
@victormiguelvh

El 23 de noviembre de 1927, el padre Miguel Agustín Pro Juárez, su hermano, Humberto Pro Juárez, el ingeniero Luis Segura Vilchis y Juan Tirado fueron pasados por la armas en la Inspección de Policía del Distrito Federal por su participación en el atentado dinamitero en Chapultepec contra el general Álvaro Obregón. Para el primero era la realización de su sueño: morir por la causa de la Iglesia para ser santo –situación que aúno no consigue 89 años después–. En cambio, Juan Tirado sin proponérselo fue proclamado mártir, el día de su entierro, el 25 de noviembre de 1927, en un acto que fue descrito como masivo y calificado como “preciosísimo”.
            En el Fondo José Mora del Archivo Histórico del Arzobispado de México (AHAM) existe un documento con la descripción detallada de los sepelios del Padre Pro, su hermano Humberto, de Segura Vilchis y de Juan Tirado (1). No tiene fecha ni está firmado. Fue enviado por el Obispo de Sonora Ignacio Valdespino al Arzobispo de Michoacán Leopoldo Ruíz y Flores. Casi la mitad del documento se refiere al sepelio de Tirado y ahí observamos cómo el pueblo despidió a ese joven humilde que a bordo de un auto, acompañado por Humberto Pro y Segura Vilchis, le arrojó tres bombas al general Obregón (2).
Juan Tirado, el mártir obrero.
El Universal
Universidad Nacional Autónoma de México
Hemeroteca Nacional
            Después del fusilamiento a cargo del temible inspector de policía Roberto Cruz, los cuatro cuerpos fueron llevados al hospital militar, se tuvo que improvisar una valla pues la gente, el pueblo, quería estar cerca de los cadáveres. Los cuerpos de Miguel Agustín Pro y Humberto Pro fueron reconocidos por su padre, una de sus hermanas y la monja Concepción Acevedo de la Llata, la Madre Conchita. El cuerpo de Segura Vilchis, el terrorista mexicano como lo llamó el historiador Fernando González, fue recogido también por sus familiares. Mientras que el cadáver de Juan Tirado fue reconocido y reclamado por su familia hasta un día después.
            El 24 de noviembre fueron sepultados los hermanos Pro Juárez. Habían sido velados en su propio domicilio en la calle de Pánuco número 58. A las 15 horas llegaron a dicho domicilio dos carrozas: Olimpia Blanca y Olimpia Negra, que según Excélsior fueron enviadas por la agencia Gayosso, además de dos camiones para los arreglos florales y tres para los dolientes. El Padre Pro fue trasladado en la Olimpia Blanca y Humberto en la Negra. A la vanguardia del cortejo se colocaron Miguel Pro, padre, y sus hijos Edmundo y Belém. Marcharon por la calle de Rhin, Paseo de la Reforma y Calzada de Tacubaya. El documento del AHAM dice que acudieron “cuando menos 10 mil personas (hay quien calcula un número mayor, cuarenta mil)”.
            Las fuentes periodísticas relatan que la carroza con el cuerpo del Padre Pro se detuvo en el Rancho la Hormiga, sacaron el féretro y siguieron rumbo al panteón de Dolores a pie cargándolo “turnándose de seis en seis”. La gente alrededor acompañó todo el trayecto rezando el Rosario. Hubo además “aclamaciones a Cristo Rey, y a los mártires; al Papa, al Episcopado Mexicano”. Hubo que realizar una valla de hombres para detener a las “mujeres que querían acercarse al cuerpo”. La fuente eclesiástica afirma que “salían familias a los balcones –de sus casas– y muchísimas personas derramaban lágrimas” y calificó así el acto en conjunto: “la solemnidad de este entierro fue indescriptible”.
El cadáver de Juan Tirado luego de su fusilamiento.
El Universal
Universidad Nacional Autónoma de México
Hemeroteca Nacional
            Ya en el panteón de Dolores el primero en ser enterrado fue Miguel Agustín Pro Juárez en una sepultura propiedad de la Mitra, que según El Universal era “para enterrar a altos dignatarios”. A las 17:15 bajó su cuerpo a la fosa; después fue cubierto por tierra y sellado, enseguida le colocaron encima los arreglos florales. Unos metros más adelante, en una fosa de segunda clase fue sepultado Humberto Pro Juárez.
            Ese mismo día, 24 de noviembre de 1927, pero más temprano fue sepultado el ingeniero Luis Segura Vilchis, autor intelectual y material del atentado dinamitero contra Álvaro Obregón. El documento del Fondo José Mora asegura al respecto “asistió numerosísima concurrencia, pero ignoro los detalles, porque nadie ha podido dármelos”. Las fuentes periodísticas revelan que el ingeniero fue sepultado en el Tepeyac, muy cerca de la basílica de Guadalupe. Que en efecto fue mucha gente, sobretodo mujeres. De hecho, el cortejo fue encabezado por Carlota Vilchis viuda de Segura y Carlota Segura Vilchis, madre y hermana del occiso. Del trayecto de su casa al panteón la comitiva caminó a lado de su cuerpo con flores en la mano que después depositarían sobre la tumba del hombre que por lo menos realizó tres atentados para quitarle la vida al Caudillo.
            Como ya mencionamos, el cuerpo de Juan Tirado fue reclamado en el hospital militar hasta el día 24, por eso su sepelio fue el 25. De ahí fue llevado a su casa: una paupérrima cabaña donde vivía “el pobrecito” en la prolongación de Dr. Balmis colonia Obrera, en el lote 35 de la manzana 85. La cabaña fue cubierta de arreglos florales y el cadáver fue expuesto a los vecinos. Según la fuente eclesiástica el cuerpo de Juan Tirado aún derramaba sangre por los orificios de las balas; la gente utilizaba sus pañuelos para limpiarlo y “en una falta de consideración movían el cadáver para que saliera más sangre”. Esto último es un error, no era por falta de “consideración”, no, de ninguna manera. Para el pueblo Juan Tirado ya era un mártir de la Guerra Cristera y, al igual que la Madre Conchita hizo con el Padre Pro, la intención de mojar sus pañuelos con sangre era para conservar sangre de un mártir, de un santo.
El Padre Miguel Agustín Pro y Humberto Pro.
El Universal
Universidad Nacional Autónoma de México.
Hemeroteca Nacional
            Al igual que la Mitra obsequió una fosa para Miguel Agustín Pro, las Damas Católicas del Distrito Federal, un grupo seglar reconocido y organizado por el Episcopado Mexicano, cubrió los gastos del sepelio de Juan Tirado. Así a su humilde domicilio llegaron la carroza Olimpia Negra, dos carros para los arreglos florales y dos para los dolientes. El Universal afirma que la familia no aceptó la carroza y la gente cargó el ataúd desde la colonia Obrera hasta el panteón de Dolores.
            Es aquí cuando el documento del AHAM es más detallista. Antes que nada deja constancia que había una muchedumbre conformada de “todas las clases sociales” mezcladas unas con otras. Al frente caminaba José Tirado, un aciano ciego de 80 años; las mujeres humildes llevaban a sus pequeños hijos de la mano, cuando éstos se cansaban los subían a los camiones que transportaban las flores. Incluso, las “altas damas” que viajaban en sus “lujosos autos”, abrían sus puertas e invitaban a subir a las “mujeres débiles” que acusaban cansancio.
            En el trayecto se escuchaban vivas a Cristo Rey, a los mártires, a la Virgen de Guadalupe y a los obispos católicos. Un grupo de niños que caminaban por delante del cuerpo de Juan Tirado portaban flores en sus manos y gritaban “Viva el obrero mártir de la colonia Obrera”, con sus “argentinas voces”. Además una mujer increpaba a la gente para que se quitaran el sombrero, “aún a los gendarmes los hacía descubrirse” y “ella hacía las aclamaciones y todo el mundo le contestaba”. La comitiva al pasar por Chapultepec, frente al Castillo, la residencia del presidente Plutarco Elías Calles, se detuvo. Luego de guardar silencio la mujer gritó “Viva Cristo Rey” y la muchedumbre repitió el grito. Después ella misma grito: “¡Señor, que te dignas abatir a los enemigos de tu Santa Iglesia!” y la gente contestó “¡Te lo rogamos Señor, óyenos!” Ya en el panteón de Dolores las Damas Católicas presidieron el acto.
            La misma fuente reseña que una de estas damas comenzó a realizar una colecta para la familia de Juan Tirado. Dice que su sombrero fue insuficiente dada la cantidad y que tuvo que utilizarse un tompeate –canasta indígena–. La colecta fue confirmada por las fuentes periodísticas que dicen que fue “una regular suma” la que se juntó y que se entregó a los parientes. Sin embargo, en el documento del AHAM se afirma que la policía detuvo y se llevó a la dama que hizo la colecta con todo y el dinero. Desde luego los obreros “se precipitaron en su defensa”.
Luis Segura Vilchis.
El Universal
Universidad Nacional Autónoma de México
Hemeroteca Nacional
            En la comandancia los obreros abrieron la puerta a la fuerza, la policía los amenazó con pistola en mano y ellos contestaban “mátenos, pero no nos retiraremos”. La policía ofreció la libertad de la dama pero no del dinero. Recibiendo como respuesta un ¡Jamás ¿por qué nos han de robar? ¡Ya estamos cansados de que nos roben!”. Al final la dama fue puesta en libertad con todo y la colecta, se dirigió a la que fue la humilde casa de Juan Tirado y entregó el dinero a sus parientes. ¿Cuánto se reunió? “unos dicen que ochocientos pesos, otros que quinientos, pero debió ser más poco, porque eran monedas de poco valor: como las que pueden dar los pobres”.
            A 88 años de estos sucesos Miguel Agustín Pro Juárez sigue su búsqueda por los altares, beatificado en 1988 sus seguidores quieren santificarlo. Luis Segura Vilchis y Humberto Pro Juárez son protagonistas de los hechos ocurridos en México durante la Guerra Cristera. En un lugar más modesto aparece Juan Tirado, el obrero que fue aclamado por una “multitud”  como mártir el día en que fue sepultado luego de su fusilamiento por ser cómplice en el atentado dinamitero contra Álvaro Obregón.

Notas:

(1)  Archivo Histórico del Arzobispado de México. Fondo José Mora. Año 1927 Caja 46 Expediente 36.
(2)  La historia de Luis Segura Vilchis y sus atentados está en este mismo blog, así como la historia de los fusilamientos del día 23 de noviembre de 1927.
Se consultaron los periódicos Excélsior y El Universal de noviembre de 1927


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