El Campeonato de 1940-1941: el comienzo de una era…(parte II)


 El Atlante cerró la primera vuelta del campeonato 1940-1941 con dos derrotas que le quitaron el liderato general. Pero este equipo estaba armado y predestinado a ser campeón, así que superó la crisis y enfiló al titulo. Se inauguró con ello la época de mayor esplendor en la historia centenaria del equipo azulgrana. El Atlante siguió llenando los escenarios donde se presentaba y sus figuras eran alabadas en las crónicas periodísticas y convertidas en leyenda por la afición. La siguiente es la culminación de la temporada 1940-1941, en su torneo de Liga, en la que los Prietitos confirmarían que eran el mejor equipo de México.
            La segunda vuelta comenzó para el Atlante el 13 de octubre de 1940, en el Parque Guadalajara de la avenida Reforma en la capital de Jalisco. El equipo local era el líder con 11 puntos, uno más que los azulgrana. El juego se programó para las 16 horas, pero desde las 12 horas se tuvieron que cerrar las puertas del inmueble: 10 mil personas ya estaban adentro. Las autoridades policiacas tuvieron que detener la circulación para que ya no llegaran más autos. En puntos estratégicos de Guadalajara se colocaron “magnavoces” para que la gente escuchara por radio el juego. En el Parque la gente improvisó un “día de campo” para la espera, llevaba comida y bebidas. Además, hubo una banda de música para que fuera menos fastidiosa la espera. El Parque Guadalajara hervía, cerca de las 4 de la tarde, cuando el Jalisco saltó a la cancha y después el Atlante.
Carlos Laviada, derroche de clase.
            El primer tiempo fue de locura: un empate a tres goles. Los Prietitos se repusieron de un gol inicial cuando Chanclas Zamudio hizo el 1-1. La voltereta vino en un tiro libre que cobró magistralmente El Caballo Mendoza, colocando el balón en el ángulo derecho de la portería tapatía; incluso, el marcador estuvo 1-3 en favor del Atlante con una anotación del tico Juan Antonio Huitt. Sin embargo, el local antes del descanso empató a 3. El público sabía que había valido la pena entrar a las tribunas cinco horas antes. En el segundo tiempo, hubo tres goles más, todos azulgrana: Martín Vantolrá, Pepe Gutiérrez y Huitt. Un nítido 6-3 del Atlante al Jalisco y de vuelta a la cima: Atlante 12, Jalisco 11 y España 10.
            Después de esta memorable exhibición del futbol y contundencia, venía el clásico ante el Necaxa. Otro lleno a reventar pero esta vez la alegría sólo sería rojiblanca. Con gran actuación del Poeta Lozano y de Horacio Casarín (dos goles), los electricistas vencieron 4-1 al líder general. La prensa dijo del Atlante “fue una desgracia”, sólo fue rival en los primeros 45 minutos, donde Chanclas anotó y el marcador estaba 2-1; luego únicamente hubo un equipo en la cancha y las banderas rojiblancas se agitaron de lado a lado del parque Necaxa. La tabla quedaba así: Atlante 12, Jalisco 11, Necaxa, España y Asturias con 10. La siguiente semana descansó el Atlante, por lo que fue empatado por el equipo albinegro, pero los Prietitos con un más cuatro, por un más dos de su rival. Por si fuera poco se enfrentarían entre ellos la siguiente jornada.
Antonio Huitt, delantero costarricense.
            El 3 de noviembre de 1940, el Parque Asturias abría sus puertas y sus gradas se llenarían para el Atlante contra España. Esta vez la gente del Atlante que estuvo en las tribunas vio una exhibición épica y magistral de su equipo. Resaltando Alberto El Caballo Mendoza que seguramente aquella tarde inscribió para siempre su nombre en la historia centenaria del Atlante. Primero le puso en la cabeza al Maestro Vantolrá el 1-0; después el propio catalán le devuelve el favor. En Excélsior se deshicieron en elogios para el centro delantero azulgrana: “Tuvo una intervención violentísima y certera”, sobre su accionar escribieron “serpentea dentro del área” y sobre la manera de desmarcarse se aseguró: “Gana la trayectoria del balón de una forma milagrosa”. El 3-0 fue obra de un ilustre veterano: La Nacha Olivares. Tarde de epopeya para el conjunto atlantista e inolvidable para su afición.
            Siete días después, el Atlante, equipo y seguidores, clamaban venganza. El Asturias fue abarrotado el 10 de noviembre de 1940 para ver la revancha entre Atlante y América. Bastó que el árbitro silbara el inicio del juego para que el equipo azulgrana se precipitara sobre el arco crema. El portero Mollinedo evitó de forma milagrosa por lo menos tres goles, pero luego terminó recibiendo cuatro. Los azulgrana ganaron 4-2; su público los ovacionó al final. Llegaron a 16 puntos, cuatro más que el España. Y en esa cosas increíbles del futbol mexicano, el Atlante salió de gira a Guatemala a sostener tres partidos de exhibición. Goleó 7-3 al Municipal; empató a 1 con el Tip Nac, y venció a un combinado local 6-3. Luego regresó a México a ganar la Liga.
            El 1 de diciembre, mismo día en que el general Manuel Ávila Camacho asumía como presidente de México, el Atlante reapareció en la Liga. Seguía siendo líder con dos puntos de ventaja sobre el España. Aquel día de mucho viento enfrentó al Marte, el cual lo había vencido en la última jornada de la primera vuelta. Así que los atlantistas querían revancha. Se la tomaron y de qué forma. El Caballo, Gutiérrez, Huitt y un hat trick del Maestro Vantolrá formaron un aplastante 6-0. De nada sirvió que el público del España y del Asturias hayan alentado al Marte, para que perdiera el Atlante y ellos, los españoles, siguieran con vida en el torneo. Con el triunfo sobre los marcianos, todos los equipos del campeonato mexicano habían sido derrotados por el Atlante. Llegaba a 18 puntos, tres más que el Jalisco con dos partidos por jugarse. Sí, prácticamente era el campeón.
Raúl Pipiolo Estrada, el guardian del marco.
            Una goleada más los pondría a un paso del título. Ahora fue el Moctezuma de Orizaba la víctima de la contundencia azulgrana, que después la prensa llamaría aplanadora. Fue el 13 de diciembre de 1940. Un primer tiempo “a lo Atlante”: con goles, significó un 3-0 conformado por Huitt, Chanclas y Vantolrá. En la segunda parte, otra vez el Maestro y el tico para dejar el marcador 5-2. Los cronistas afirman que los goles azulgrana fueron “hechos toreando a los backs adversarios que, en honor a la verdad, por la genialidad de los delanteros morenos”. Ese día el Atlante no fue declarado campeón, pues el Asturias tenía tres juegos por delante y matemáticamente podría alcanzar a la oncena azulgrana.
            El día anhelado por ocho años llegó. El Parque Asturias se llenó el 22 de diciembre de 1940. Asturias debía ganar para mantener la posibilidad de alcanzar al Atlante que, con un empate, sería nuevamente monarca del futbol mexicano. Catorce mil aficionados acudieron al partido. El Atlante recibió el cariño de su público cuando saltó al campo con Estrada; Benjamín y Laviada; Peluche, Calavera e Hidalgo; Vantolrá, Chanclas, Mendoza, Gutiérrez y Huitt, todos dirigidos por el húngaro Luis Grocz. El cuadro blanquiazul se puso en ventaja luego que León II resolviera una melé dentro del área atlantista. El Asturias ensució el juego, agredieron a Huitt, quien devolvió la agresión y ambos jugadores fueron expulsados del terreno; en las gradas la presión aumentaba. Pero el juego del Atlante adormeció al rival e hipnotizaba a la tribuna.
Ignacio Calavera Ávila es el amo del medio campo, su clase no conoce límites; reparte el juego por todos los sectores del campo adversario. Al minuto 37 observa libre al Maestro Vantolrá; le sirve un pase preciso, el delantero catalán no tiene que detener el esférico, le pega de pierna derecha, sale “un tiro raso, fortísimo, que fue raspando el pasto hasta detenerse en la red del marco defendido por Urquiaga”. Es gol, gol del Atlante. Los sombreros de palma en la tribuna de sol hacen figuras en el aire; los atlantistas se abrazan entre ellos, los jugadores también. Sólo es cuestión de tiempo y los Prietitos serán nuevamente campeones. Al silbatazo final estalla el jubilo azulgrana. Comienza una época de oro.
Los campeones: el Atlante.
            El Atlante campeón de 1940 inauguraría una etapa gloriosa para el club. En lo individual, la contratación de Ignacio Calavera Ávila, Carlos Laviada y Martín Vantolrá, significaba que el general José Manuel Núñez no escatimaría para reforzar a su equipo con los mejores que había en la Liga o en el extranjero. En el caso del Maestro, a partir de ese año, se convirtió en una leyenda del atlantismo: jugó más de una década como azulgrana, ganó dos campeonatos y formó parte de la mítica delantera de Mateo Nicolau, Horacio Casarín, Ángel Segura Angelillo y Rafael Tico Meza, quienes hasta la fecha ostentan el récord de 121 goles en una temporada. En el banquillo, el húngaro Luis Grocz ganó el primero de sus dos campeonatos con Atlante, el único en conseguirlo.
            En cuanto al equipo, luego de levantar la Liga de 1940-1941, fue hasta 1952 en que viene el declive, otra vez campeón de Liga (1947), dos veces campeón de Copa y dos veces Campeón de Campeones; además, en estos 12 años fue tres veces subcampeón de Liga, tres de Copa y obtuvieron el récord de goles en un torneo. Fueron doce años de protagonismo puro; de llenar los estadios donde se paraba; de partidos épicos en la historia general del futbol mexicano; de clásicos imborrables ante Necaxa y España. En fin, años en que se forma una pasión, en este caso, una pasión azulgrana, llamada Atlante.

FUENTES:
Esto, Excélsior, El Universal y El Nacional.

NOTA:
Las fotografías aquí mostradas NO corresponden necesariamente a los hechos narrados, sólo sirven de ilustración para el texto.


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